Rafael Juan y Seva (Finletic): «Los costes suponen el drenaje más relevante de la rentabilidad en las inversiones»
Por Rafael Juan y Seva, presidente de Finletic
Cuando alguien se dispone a invertir el capital ahorrado, de manera casi inmediata, su mente empieza a pensar en la rentabilidad que espera obtener con dicha inversión. Es decir, comienza a centrarse en una variable que no depende directamente de él. En cambio, la mayoría de las veces, el inversor no repara en algo que tiene un efecto negativo directo en dicha rentabilidad: los costes asociados a esa inversión. Esto sí que es un aspecto relevante sobre el que se puede incidir.
Costes visibles y no visibles
Al invertir dinero en productos financieros, parte del mismo va destinado a satisfacer los costes de las inversiones realizadas. Lo mismo que sucede cuando se adquiere una vivienda, donde no solo se paga el precio acordado, sino que se abonan adicionalmente otros costes asociados (tasador, notario, impuestos, agente inmobiliario, etc.).
Por ejemplo, cuando se compra un fondo de inversión, el inversor hace frente a unos costes que son tanto visibles como no visibles. Los primeros son los más conocidos por los inversores, pues detectarlos no resulta difícil y entre ellos están: la comisión de gestión y administración del fondo, la comisión de custodia que le puede cobrar la entidad que se lo comercializa, la de suscripción y/o reembolso y, en ocasiones, la comisión de asesoramiento o de gestión. En cambio, los costes no visibles no son tan evidentes, pero están ahí y van drenando la rentabilidad de las carteras. Entre otros, podemos encontrar la comisión de intermediación que se aplica en la compra venta de activos financieros, la horquilla que existe entre el precio de compra y el precio de venta (bid-ask), el impacto de mercado (es decir, el sobrecoste que tenemos que asumir por efecto de nuestra compra al elevar el precio a medida que compramos más) , el coste de hacerlo peor que los índices (que llega a ser en muchas ocasiones mucho más importante que todo el resto de costes en su conjunto), u otros costes adicionales como son la auditoria, los registros mercantiles y el análisis, entre otros.
Debido a la importancia que adquieren, la Directiva Europea sobre Mercados Financieros, promulgó a través de MiFID II el unbundling o desglose del pago de los servicios prestados, diferenciando entre comisiones por ejecución y remuneración derivadas del análisis realizado. El propósito de la norma es aumentar la transparencia de los costes que acarrea la operativa de los inversores, protegiendo sus intereses. Las entidades deben desglosar los costes repercutidos de una manera precisa. Por eso, antes de invertir, es fundamental realizar un detallado análisis de ellos.
En general, la estrategia que se siga en la cartera en su conjunto y en cada clase de activo, marcará la estructura de costes. Generalmente, la búsqueda de rentabilidad por encima del mercado encarece e implica la asunción de mayores riesgos.
Impacto de los costes sobre la rentabilidad real
Los costes van mermando la rentabilidad final (aquella en la que pensaba el inversor antes de invertir). Además, también habrá que restarle el efecto de la inflación. Llegados a este punto, conviene tener en cuenta la diferencia entre rentabilidad nominal y rentabilidad real. La rentabilidad nominal es la revalorización bruta de un activo sin contar la inflación del período considerado. Hay que tener en cuenta que esta rentabilidad viene reducida por los costes de los instrumentos invertidos. Por su parte, la rentabilidad real es la revalorización neta o, lo que es lo mismo, la revalorización bruta a la que le descontamos la inflación.
Por ejemplo, si la rentabilidad de un fondo (nominal) ha sido del 5% y la inflación del periodo ha sido del 2%, la rentabilidad real se quedará en el 3%. Y eso sin tener en cuenta que, además, existen impuestos.
Nota: Finletic
Todo ello se produce asumiendo que no se cometerán errores o inversiones fallidas. Pues, cuando se invierte, si se comete un error o se asumen riesgos no remunerados, la rentabilidad final también se ve mermada.
Conclusión
Los costes suponen el drenaje más relevante de la rentabilidad en las inversiones. Por ello, pequeñas diferencias en los costes anuales reducen de manera muy significativa el patrimonio final en el largo plazo. Como inversores, no podemos controlar los mercados, pero sí podemos controlar los costes que asumimos y debemos hacerlo, tanto con aquellos que son visibles y conocidos, como con los que no lo son. El inversor que no los analiza y trata de minimizarlos, acaba cosechando resultados mucho peores con el paso del tiempo.