Por qué los asesores deben apostar por incorporar las inversiones sostenibles a las carteras de sus clientes
Por Carlos Ponz
Existen muchas definiciones sobre lo que son las finanzas sostenibles pero quizá la más comúnmente aceptada es la que expuso la Comisión Europea. Según este organismo comunitario, las finanzas sostenibles son aquellas que tienen en consideración los criterios medioambientales, sociales y de gobernanza en la toma de decisiones de inversión en el sector financiero.
Muchos inversores tienden a confundir la sostenibilidad con las inversiones relacionadas exclusivamente con el medioambiente, obviando tanto el aspecto social (como las relaciones de una empresa con su entorno o con sus stakeholders de referencia) como el ámbito de buen gobierno (es decir, la transparencia en la gestión, las medidas para prevenir la corrupción o la diversidad de género en el consejo de administración). El principal problema es que, si no se cuenta con el asesoramiento profesional adecuado se corre el riesgo de dar de lado a una parte muy importante del universo de inversiones sostenibles que existe en la actualidad.
La importancia de contar con una certificación adecuada
En 2018, se aprobó en la Unión Europea el Plan de Acción para la Financiación del Desarrollo Sostenible. De este modo, las instituciones europeas se comprometían a favorecer la transición a una economía sostenible a través de la fijación de una serie de objetivos que se deben cumplir para el año 2030. Centrándose en la industria financiación, en 2020 ESMA publicó en 2020 su Estrategia sobre Finanzas Sostenibles.
De este modo, no solo los principales sujetos del sector financiero sino los propios inversores han ido otorgando una importancia cada vez mayor a las finanzas sostenibles, ya que se han convertido en un factor clave de análisis para asegurar el control y una adecuada evaluación de los riesgos financieros. El problema es que el ahorrador necesita de alguien que le ayude a comprender en toda su extensión las implicaciones que soportan los criterios asociados a la sostenibilidad, así como entender los mecanismos de valoración financiera que existen y cómo promover una integración en su cartera de manera que, también, le aporte una rentabilidad significativa en el largo plazo.
Por todo ello, cada vez ha ido surgiendo un mayor número de certificaciones ESG dirigidas a profesionales, que acreditan un conocimiento sólido en relación a las finanzas sostenibles, de manera que los inversores pueden estar tranquilos sobre que reciben la mejor ayuda posible para tomar decisiones financieras informadas sobre sostenibilidad, sumando, por supuesto, otros servicios ya asumidos por parte de estos profesionales, como un asesoramiento integral y una planificación financiera basada en sus objetivos económicos y vitales en el largo plazo.
El SFDR entra en juego
El pasado mes de marzo, entró en vigor el Reglamento Europeo sobre Divulgación de Información relativa a Sostenibilidad, cuyo acrónimo en inglés es SFDR. Además de subrayar la importancia de las finanzas sostenibles en la realidad presente de la industria financiera, este documento ha servido para que la sostenibilidad forme parte ya consustancial de la labor profesional que desempeñan los asesores financieros. De hecho, puede decirse sin miedo a la equivocación que, en la actualidad, los criterios ESG ya se han convertido por derecho propio en un criterio prioritario a la hora de establecer la planificación cualquier estrategia relacionada con las inversiones financieras.
MiFID II sentó las bases formales de lo que debe ser un asesor financiero profesional, que consiste tanto en la obtención de su debida acreditación como la renovación anual a través de, al menos, 30 horas de formación continua. A partir de ahora, a esta cualificación se tiene que añadir la formación en finanzas sostenibles, ya que, de este modo, este colectivo dispondrá del máximo aval para poseer los conocimientos suficientes en materia de sostenibilidad y, en virtud de ello, realizar recomendaciones profesionales a sus clientes sobre su introducción en las carteras.
La introducción de las finanzas sostenibles para los inversores minoristas supone un desafío para los asesores financieros, pero están sobradamente preparados para lograrlo con éxito. Es importante tener presente que hay que incorporar las preferencias ESG de los clientes a las obligadas evaluaciones de conveniencia e idoneidad. Para llevarlo a cabo, además, los asesores tienen que evaluar las diferentes opciones de inversión sostenible para sus clientes, teniendo en cuenta tanto los indicadores clásicos, como la rentabilidad, el riesgo o la liquidez, como los factores de sostenibilidad, incorporando en sus análisis las normas de divulgación, ponderación de los riesgos climáticos y otros elementos de sostenibilidad con el fin de que las recomendaciones de inversión se ajusten a los nuevos factores ambientales, sociales y de gobernanza.
¿Son realmente rentables?
El binomio entre sostenibilidad y rentabilidad es cada vez más evidente, y más en el largo plazo. La CNMV recoge en su Guía Práctica ejemplos de productos de inversión que incorporan con éxito ambas magnitudes en su gestión, como fondos de inversión que aplican criterios ESG o los bonos verdes y sociales.
Por el momento, además de incorporar valores éticos, la experiencia de la industria financiera demuestra que, por regla general, son menos volátiles, como se pudo ver durante los meses más duros de confinamiento por culpa de la pandemia de coronavirus. En esta línea, es frecuente que la capacidad para adaptarse a situaciones adversas de los fondos ESG sea mayor que la de los fondos de características similares pero que no integran criterios de sostenibilidad.