MiFID II, la reforma necesaria

Por José Emilio Chao
Justo cuando llegan noticias de que podría retrasarse la aplicación de MiFID II es cuando el inversor empieza a darse cuenta de que el sistema financiero, tal y como funciona hoy, no responde a sus necesidades y necesita un cambio, aunque no sepa hacia dónde.
Los estudios demuestran que el inversor español es conservador, es decir, que prefiere la renta fija; cortoplacista; espera jugosas rentabilidades por su inversión y no tolera perder dinero. En definitiva, el perfil de ahorrador que lo tiene crudo en la coyuntura actual, pues no hay oferta que satisfaga sus demandas. Con tipos de interés negativos, los depósitos prácticamente sin retribución y la mayoría de los fondos de renta fija rindiendo nada y menos, los ahorradores (prácticamente todos, pero los pequeños aún más) andan desorientados. Y, para colmo, el otro recurso tradicional de inversión en nuestro país, el mercado inmobiliario, todavía no ha dado muestras de vitalidad suficiente.
Los pocos que, decididos a asumir cierto riesgo, se adentraron en productos alternativos se encontraron con sorpresas. Todas ellas no muy agradables y no solo porque el comportamiento de la renta variable haya sido no apto para cardíacos desde el pasado mes de agosto. La primera de esas sorpresas: que su banco (el de algunos) le ‘asesoraba’ más pensando en su propio beneficio que en el del cliente; véanse los casos de preferentes que aún colean. Segunda: que el gigante supuestamente sólido al que había confiado sus ahorros, era un gigante con pies de barro capaz de zozobrar a la primera crisis digna de ese nombre. Tercera: que, viniendo mal dadas, su querido banco ‘de toda la vida’ no conoce amigos y si hay que desahuciar se desahucia. Cuarta: que, en lo más duro de la crisis, cuando necesitó un crédito para sacar adelante su pequeño negocio o la economía familiar, su banco miró hacia otro lado… podríamos seguir enumerando, pero son suficientes ejemplos. Algunas de estas sorpresas obedecen a actuaciones irreprochablemente legales de las entidades, pero, en el mundo financiero, las relaciones están basadas en la confianza y esa, hoy por hoy, está irreversiblemente perdida por muchos años.
MiFID II, responde a un concepto de inspiración inequívocamente socrática, por aquello de que “el conocimiento os hará libres”. Y es que el conocimiento es el eje de esta futura normativa. En dos vertientes. Por el lado del consumidor, ofreciéndole transparencia, de forma que conozca qué parte de su ahorro sirve para retribuir a comercializadores y gestoras. Por el lado del vendedor, exigiéndole formación y profesionalidad y haciendo a las entidades responsables de la necesaria preparación de su personal. Además hace una distinción clara entre informar y asesorar, para que el cliente sepa qué tipo de servicio recibe.
Sin entrar en más detalles, MiFID II busca, como casi toda la normativa europea, una mayor protección del consumidor. Bien, pues ahora vemos que, llegado el caso, esa protección puede esperar.