MFS IM: La participación activa frente a la exclusión en los mercados públicos
Por Barnaby Wiener, director de gestión responsable/buenas prácticas y sostenibilidad; Vishal Hindocha, director general Estrategia de sostenibilidad. Ambos en MFS Investment Management
En los últimos años, la atención prestada a la sostenibilidad ha aumentado de forma considerable tanto en el
sector de la inversión como en el mundo corporativo. Uno de los posibles motivos es el reconocimiento de
que los horizontes de inversión se han vuelto demasiado cortos. Es algo que podemos medir empíricamente:
En la década de 1960, el periodo medio de tenencia de los valores cotizados en la Bolsa de Nueva York
era de siete años, mientras que en la actualidad ronda los seis meses.
También podemos observarlo de forma anecdótica: Vemos una y otra vez una obsesión con los resultados trimestrales. Sin embargo, lo que suceda en los próximos seis meses, por ejemplo, apenas tendrá nada que ver con la sostenibilidad, la cual se relaciona con la inversión a largo plazo.
También preocupa cada vez más que el comportamiento inmediato de las empresas, puede que alentado por los inversores con un enfoque a corto plazo, esté creando —o al menos agravando— las tensiones sociales o medioambientales que amenazan con dañar el propio sistema en el que operamos. No se trata de una preocupación meramente altruista, también es por interés propio. Si no prestamos atención a la salud del ecosistema, nuestro lugar en este se vuelve más vulnerable. Nos convertimos en pájaros que forran sus nidos con plumas, mientras ignoramos el incendio forestal que amenaza con devorarlos.
Por tanto, como inversores en los mercados cotizados, ¿cuál es la mejor forma para contribuir a lograr un futuro más sostenible
¿Es la exclusión la respuesta?
La respuesta implícita a esa pregunta —si nos atenemos a la observación del fuerte auge que han experimentado en los últimos años los fondos de temática ambiental, social y de gobierno corporativo (ASG)— es construyendo una cartera que contenga únicamente «buenas» empresas con unos perfiles ESG excelentes, excluyendo todo lo demás. En realidad, no se trata de una mala estrategia. Parece cobrar sentido que las empresas que abordan las necesidades sociales y medioambientales reales deban, en igualdad de condiciones, tener mejores oportunidades a largo plazo que aquellas que provocan daños a las personas o al planeta. No obstante, la igualdad de condiciones ha de ser total. Si una empresa se dedica a «hacer el bien», pero mientras tanto se muestra incapaz de lograr un crecimiento sostenido de los beneficios porque carece de una ventaja competitiva perdurable, probablemente no resulte una buena inversión. E incluso si tiene una ventaja competitiva duradera, si usted invierte en ella cuando presenta una valoración estratosférica, cabe presumir que las rentabilidades resultarán decepcionantes.
Hay muchas empresas, subsectores e incluso sectores enteros en el universo de inversión en los que los inversores habituales con un enfoque ESG consideran cada vez más que no merece la pena invertir. Entre ellos figuran empresas de actividades «pecaminosas», compañías con malos indicadores ASG y negocios de otros sectores controvertidos. Entre las actividades de las acciones «pecaminosas» suelen estar el alcohol, el tabaco, los juegos de azar, las relacionadas con el sexo y la fabricación de armas. Hay una corriente de pensamiento que sugiere que simplemente deberíamos incluir esas empresas en una lista negra, si bien esto plantea la cuestión del impacto o la creación de valor social. ¿Acaso se crea valor excluyendo a una empresa de una cartera? ¿Tendría su exclusión el impacto en la vida real que esperan los inversores conscientes de los factores ASG? En nuestra opinión, probablemente no, sobre todo en los mercados cotizados, donde la venta de un valor implica necesariamente la existencia de un comprador en el mercado abierto. Enseñamos a nuestros hijos que los problemas no se resuelven con ignorarlos ni tampoco se resuelven por sí solos. En el mercado cotizado, las exclusiones o desinversiones trasladan el problema a otra persona, por lo que supone renunciar a la responsabilidad, en lugar de ejercerla.
La exclusión y el coste de capital
Quienes abogan por las exclusiones señalan que descartar empresas aumenta su coste de capital. A primera vista, resulta un argumento tentador. Reviste lógica que los mercados de capital castiguen a las empresas nada sostenibles por medio de un mecanismo de fijación de precios y, en efecto, en el pasado los inversores llevaban a algunas empresas ante la justicia (o a la cordura), pero ¿resulta convincente este argumento actualmente? En los mercados cotizados grandes y líquidos en los que opera la mayor parte del universo de inversión, creemos que no, por tres motivos sencillos:
- Puede que la «pacificación» del capital socave la capacidad del mercado de capital en general para ejercer un nivel de presión coherente.
- Actualmente, a las empresas les resulta fácil y barato obtener capital, por lo que cabe esperar que el impacto de restringir el capital de inversión en un ámbito sea mínimo.
- De forma bastante sorprendente, no conocemos ninguna evidencia de que apoyar la tesis de la exclusión de empresas afecte a su coste de capital o incentive la clase de comportamiento de la cúpula directiva que busca el inversor excluyente.
Participación activa: un factor de cambio
Qué pueden hacer los inversores conscientes de la sostenibilidad? Es muy sencillo: participar de forma proactiva como gestores responsables del capital. Utilizar el poder de los mercados de capital como palanca de Arquímedes para alcanzar el punto de apalancamiento en el que podamos mover el mundo.
Hemos de conocer nuestros límites: no debemos autoengañarnos con que entendemos a nuestras empresas mejor que las personas que las dirigen. Sin embargo, debemos dejar claro cuáles son nuestras prioridades. Esperamos que las empresas se gestionen para crear valor a largo plazo, no para maximizar beneficios a corto plazo.
Esperamos que presten la debida atención a factores sociales y medioambientales que podrían tener un coste financiero importante en algún momento futuro. Y si la participación activa constructiva no da resultados, ejerceremos nuestra facultad de voto para imponer la cuestión. La participación activa y la delegación de voto están pensados para funcionar en conjunto. A diferencia de la participación activa por sí sola, la delegación de voto puede ofrecer una imagen cuantificable del ánimo de los inversores y forzar la aprobación de acuerdos vinculantes a empresas que no cooperen con los inversores.
Aunque muchos inversores activistas actúan con contundencia en sus estrategias de participación activa, el auge de las organizaciones colectivas se ha debido a algunas de las mayores gestoras de activos y propietarios de activos. La participación activa colectiva ofrece a accionistas grandes y pequeños una voz potente para comunicarse e influir en el cambio. Creemos que el trabajo conjunto mejora la eficiencia del proceso de participación activa y alienta el discurso productivo de los asuntos en cuestión. En general, la participación activa colectiva puede dar lugar a interacciones más eficaces y razonables que pueden impulsar el cambio en la economía real.
¿Qué sucede con la deuda?
Cuando se piensa en la titularidad activa, a menudo se tiene en mente la renta variable. Ahora bien, ¿qué pasa con la renta fija, especialmente los inversores en bonos con vencimientos a largo plazo? En nuestra opinión, aunque existe una tensión sana entre los titulares de bonos y los accionistas en algunos aspectos, como la asignación del capital, ambos quieren que los prestatarios gestionen de forma eficaz las cuestiones ASG a largo plazo que podrían perjudicar a los flujos de caja futuros, así como a su capacidad para pagar la deuda y devolver el capital. Para ayudar a garantizar la rentabilidad a largo plazo del bono y la empresa, consideramos que los inversores en renta fija deben adoptar una mentalidad de propiedad, igual que la de los inversores en renta variable, para promover un diálogo eficaz e influir en la empresa. La aplicación de un filtro negativo acaba con esa oportunidad.
Conclusión
La mayoría de los inversores comparten una meta común: generar rentabilidades ajustadas al riesgo sólidas y duraderas. Como gestores de inversión, es nuestra obligación y deber fiduciario comportarnos como propietarios a largo plazo al invertir los activos de nuestros clientes. Para nosotros, las políticas excluyentes limitan nuestra eficacia y no nos ayudan a alcanzar este objetivo para nuestros clientes. Creemos que unas prácticas consideradas de participación activa y delegación de voto son cruciales para promover una creación de valor y un crecimiento económico sostenibles.
Tengan en cuenta que un enfoque de inversión sostenible no garantiza unos resultados positivos y que todas las inversiones, incluidas las que integran factores ASG en el proceso de inversión, conllevan un cierto nivel de riesgo, lo que incluye la posible pérdida del importe principal invertido.