Los inversores deben asumir su tendencia a cometer errores cuando invierten solos
Por Eduardo Lázaro Ezquerra, Psicólogo-Coach. (@elazaroezquerra)
Daniel Kahneman, Premio Nobel de Economía (2002), autor de “Pensar rápido, pensar despacio” y uno de los psicólogos precursores de la economía conductual, considera que “tomar decisiones es como hablar en prosa, la gente lo hace todo el tiempo, aunque no lo sepa”. En esta afirmación, como en tantas otras, nos recuerda la falta de consciencia y las limitaciones de nuestro cerebro en la toma de decisiones. En esta línea, denominó el exceso de confianza que nos suele acompañar en nuestras decisiones, como “la ceguera sobre nuestra propia ceguera”.
Según este autor, nuestra consoladora convicción de que el mundo tiene sentido descansa sobre un fundamento seguro: nuestra capacidad casi ilimitada para ignorar nuestra ignorancia. Por eso argumenta sobre los que “sabían” que la crisis financiera de 2.008 era inevitable antes de que se produjera. Y lo que viene a decir es que algunas personas “pensaban” que se podría producir, pero de ahí a “saber” hay una diferencia sustancial.
A continuación, algunos ejemplos curiosos sobre nuestras creencias erróneas: el 82% de los conductores dicen que se encuentran entre el 30% de los buenos conductores y que el 81% de emprendedores creen que tienen un 70% de probabilidades de éxito. En EEUU, las posibilidades de que un pequeño negocio prospere son del 35%. Sin embargo, los individuos que montan las tiendas, cuando les preguntan, suelen situarse entre ese 35% en lugar del mayoritario 65% .
Los inversores creen “saber” que su estrategia es mejor que la de los demás. Pero no lo saben, lo piensan. Y se equivocan, en muchos casos.
El exceso de optimismo lo podemos ver claramente en la vida diaria cuando comprobamos que las cosas siempre llevan más tiempo del esperado. Solemos hacer una lista de tareas para el día bastante mayor de las que finalmente conseguimos hacer. Porque sólo tenemos en cuenta lo que está bajo nuestro control. El problema surge cuanto algo con lo que no habíamos contado, aparece y cambia las previsiones.
Kahneman describe el sesgo del “optimista omnipresente” que menosprecia el entorno y los riesgos, llevándonos a decisiones equivocadas. Esta ilusión de control en la que pensamos que todo depende de nosotros, nos lleva a ignorar algunos factores decisivos relacionados con la competencia o los mercados.
Según esta teoría pensamos de dos formas diferentes. Una con el sistema rápido de forma intuitiva y emocional, y otra con el sistema lento de forma lógica y racional.
El sistema rápido está orientado a la acción y al optimismo. Por eso, en entornos de incertidumbre, podemos tomar decisiones ignorando los principios básicos de la probabilidad.
Por otra parte, Kahneman advierte que muchos emprendedores, inversores, políticos y otros líderes de éxito, “tienen talento y han tenido suerte, casi con certeza más de la que reconocen”. Entonces, pueden tomar decisiones equivocadas por no tener en cuenta los riesgos, como hicieron en anteriores ocasiones.
En el ámbito de las inversiones, el exceso de confianza se agrava ya que los errores conllevan consecuencias, a veces, irreversibles.
No podemos prescindir de nuestra naturaleza humana que conlleva errores de pensamiento, pero sí podemos conocernos mejor para intentar tomar decisiones más acertadas.
Los inversores deben asumir su tendencia a cometer errores. No porque sean ignorantes, sino porque su inteligencia es “humana”.
Para contrarrestar el exceso de confianza en las inversiones podemos encontrar el equilibrio en tres puntos de apoyo:
- Conocer cómo funcionan nuestros sesgos cognitivos.
- Hacer una cura de humildad.
- Utilizar el método científico que ponga a prueba nuestra hipótesis mediante una exposición razonada de argumentos a favor y en contra.
Sesgos: Conocer los sesgos cognitivos ayuda a contrarrestarlos. Saber lo que nos atrae, identificar nuestros impulsos, ser conscientes de nuestros estados emocionales a la hora de decidir, es fundamental para no, siempre, “pensar rápido”.
Humildad: Consultar expertos independientes ayuda a tomar decisiones acertadas porque hace que incluyamos datos en la matriz de decisión que nosotros no hubiéramos considerado nunca. Datos interesantes que desconocemos.
Ciencia: Salir de la zona de confort que nos proporcionan los valores que consideramos cercanos nos puede abrir perspectivas que perderemos si nos quedamos en un entorno conocido. Valorar asépticamente la información y no intentar confirmar nuestras opiniones es algo que supone un gran esfuerzo pero que puede ser muy rentable.
1 Whitney Tilson (2008): How to Avoid and Profit From Manias, Bubbles and Investor Irrationality.
2 Daniel Kahneman (2.011): “Pensar rápido, pensar despacio”.