John Plassard (Mirabaud Equity Research): La guerra y la bolsa
Por John Plassard, experto en inversión de Mirabaud Equity Research
El reconocimiento del presidente ruso, Vladimir Putin, primero, de la independencia de las regiones separatistas de Ucrania y su posterior ataque bélico ha agregado una nueva capa de estrés a una región ya vulnerable. Más allá de la tremenda tragedia humana, está la cuestión crucial de cómo se comportarán los mercados a causa del ataque militar y en caso de que Rusia se anexione más territorio ucraniano. Si bien cada guerra es diferente, los conflictos anteriores podrían darnos indicación de lo que podemos esperar.
Según una vieja expresión bursátil, cuando las armas se disparan, es hora de comprar. Esto no es siempre cierto pero, históricamente, las acciones han ignorado en gran medida los conflictos geopolíticos. Sin importar cuán severa sea la escalada, la experiencia previa ha demostrado que los impactos en los fundamentales económicos de Estados Unidos o en las ganancias corporativas son muy limitados. Desde el comienzo de la Segunda Guerra Mundial en 1939 hasta su final en 1945, el Dow subió un total del 50%, o más del 7% por año. Así, durante dos de las peores guerras de la historia moderna, el mercado de valores de Estados Unidos subió un 115% combinado.
Pero la relación entre las crisis geopolíticas y el desempeño del mercado no es tan simple como parece. En 2015, investigadores del Swiss Finance Institute estudiaron los conflictos militares de Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial y descubrieron que, en los casos en que hay una fase previa a la guerra, un aumento en la probabilidad de que estalle tiende a deprimir los precios de las acciones, pero el eventual estallido los aumenta. Sin embargo, en los casos en que una guerra comienza por sorpresa, el brote hace que los precios de las acciones caigan. Llamaron a este fenómeno el «enigma de la guerra» y afirmaron que no había una explicación clara de por qué las acciones aumentan significativamente cuando estalla la guerra después de un preludio.
En los últimos años, los mercados han sido condicionados a no reaccionar de forma exagerada a los choques políticos o geopolíticos por dos razones: la creencia de que no habrá una intensificación posterior significativa del choque inicial; y el hecho de que los bancos centrales estén dispuestos y sean capaces de suprimir la volatilidad financiera.
Intuitivamente, uno esperaría que la incertidumbre del entorno geopolítico se refleje en el mercado de valores. Sin embargo, este no ha sido el caso cuando la volatilidad estuvo más o menos en línea con el promedio histórico, excepto durante la Guerra del Golfo.
Goldman Sachs, por otro lado, ha emprendido el peligroso ejercicio de tratar de determinar cómo podrían evolucionar los índices globales bajo varios escenarios. El banco americano apunta a que el S&P 500 podría caer un 6% en un escenario potencial a la baja o saltar un 5,6% en un escenario de desescalada, y calcula los siguientes rangos para estos otros mercados: Stoxx 600, descenso del 9,3% en el escenario de máxima infravaloración del rublo, o aumento del 8,4% en el escenario de desescalada. Russell 2000, 10,2% menos, 9,2% más. Nikkei 225, baja un 8,6%, sube un 7,7%. MSCI Emerging Markets, baja un 7,7%, sube un 6,9%.
Por su parte, los estrategas de Deutsche Bank muestran que tales eventos generalmente son de corta duración, con una caída promedio de -5.7%. Según su cálculo, se necesitan unas tres semanas para tocar fondo y otras tres semanas para volver a los niveles anteriores.
Con respecto a las monedas, la guerra y/o la amenaza de guerra siempre favorecen al dólar. Pero no solo eso. En tiempos de conflicto armado (o de alta tensión), el franco suizo y el yen históricamente también se han apreciado como monedas refugio. Curiosamente, durante las últimas tensiones en Irán mientras Trump era presidente, fue la moneda japonesa la que se apreció, ya que Suiza era «vista» como europea y más dentro del «rango» de Irán. Pero no olvidemos que hay excepciones. Un conflicto también puede tener un efecto negativo en la moneda, ya que en última instancia los presupuestos (especialmente los del ejército) se deterioran, al igual que los déficits y, en consecuencia, la deuda.
Otro aspecto relevante del conflicto entre Rusia y Ucrania es que ha llevado la volatilidad a los mercados petroleros. Rusia es un productor clave de petróleo crudo y gas natural, con oleoductos que abastecen muchas partes de Europa. Si Rusia cerrara el grifo o sufriera daños en su infraestructura petrolera, los precios de la energía podrían subir. Las interrupciones en los puertos del Mar Negro y el Mar Báltico también podrían crear problemas de transporte aún mayores y conducir a la inflación de los precios de los alimentos a medida que los cereales y otros productos básicos quedan varados en el mar.
Europa depende en gran medida de las importaciones de gas ruso y crudo Ural a través del oleoducto Druzhba, que alimenta a las refinerías de Europa del Este. Se estima que las interrupciones en el suministro de petróleo y gas a Europa podrían ascender a 250.000 b/d de petróleo y 120.000 millones de metros cúbicos de gas natural. La escalada importante del conflicto, que conduce a sanciones más duras contra Moscú, también podría amenazar los flujos de petróleo y gas a China, Corea del Sur, Japón y Estados Unidos.
La ya declarada guerra a Ucrania afectará a diferentes activos financieros en el corto plazo. Históricamente, siempre se ha apoyado el «bolsillo de acciones», pero la volatilidad obviamente ha sido el gran ganador en tiempos de conflicto. La diversificación sigue estando a la orden del día.