En el fondo, la banca
Por Miguel Ángel Valero
Sin dudar de que exista en las sucursales un asesoramiento financiero adecuado, lo cierto es que la banca comercializa fondos de inversión no sólo porque puedan ser unos productos convenientes para sus clientes. En el fondo, la banca necesita ingresos. Y los fondos de inversión son auténticas máquinas generadoras de comisiones para las entidades financieras. Y proporcionan ingresos por otras muchas vías. Por ejemplo, comprando acciones de las sociedades controladas por el banco que comercializa el fondo o que es propietario de la firma que lo gestiona.
Por eso, la banca teme tanto a la MiFid II. Cuando entre en vigor definitivamente, se acabará el ‘chollo’ de las retrocesiones. Cuando una persona suscribe una participación en un fondo de inversión, paga una comisión de gestión y otra de depositaría. La comisión de gestión, como su propia denominación indica, va a retribuir a la gestora.
Pero parte de esa comisión va a parar a los comercializadores del fondo de inversión. Básicamente, las sucursales de los bancos. Según las estadísticas de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), el vendedor se queda con el 63% de lo que genera el fondo de inversión vía comisión de gestión.
Las retrocesiones suponen, por tanto, un negocio de unos 760 millones de euros que, con la prohibición de las retrocesiones por parte de la MiFid II, quedan ahora en el aire.
Y no están los bancos como para desperdiciar fuentes de ingresos. Porque, no nos engañemos, el modelo actual de distribución de fondos de inversión está muy bancarizado en España, porque la mayoría de las gestoras pertenecen a grupos bancarios. Y los números cuadran, fundamentalmente porque son los bancos los que comercializan la abrumadora mayoría de los productos.
Por eso, la MiFid II se ha convertido en la bestia negra de la banca, como cualquier norma que socave su negocio. Llama la atención que Lázaro de Lázaro, consejero delegado de Santander Asset Management, afirmara en el VII Encuentro Nacional de la Inversión Colectiva organizado por Deloitte, Inverco y la Asociación para el Progreso de la Dirección (APD) que «el problema de MiFid II es que parte de un análisis del mercado incorrecto”. “Aquí la distribución se hace mayoritariamente en las redes bancarias, lo que es una comercialización guiada». Como «el modelo no puede funcionar si no hay una retribución a ese asesoramiento”, ergo más transparencia pero también que la norma europea “respete el modelo de distribución que hay en España».
Los gestores de los bancos insisten, por activa y por pasiva, que «el modelo que tenemos en España está funcionando muy bien», porque «el cliente conoce perfectamente cuál es la comisión que paga por un producto”, y porque las redes de distribución, básicamente las sucursales, están haciendo bien su trabajo.
Como es habitual en el sector financiero, siempre hay un verso libre. Miguel Artola, director general de Bankinter Gestión, aplaude MiFid II porque pretende dar una mayor protección al inversor. «El cliente va a poder distinguir entre el coste del producto y el coste del servicio, de tal forma que pueda valorar cada una de las dos cosas. Ahora paga sin poder elegir por un lado el producto y por otro el servicio. Lo que hay que hacer es hacerles ver que MiFid II no va a suponer mayores costes para los clientes, sino que va a empezar a pagar por un algo que hasta ahora pensaba que le daban gratis porque estaba agregado al precio final», argumenta.
Las gestoras no bancarias, mayoritariamente extranjeras, creen que se cambiarán las retrocesiones por comisiones explícitas, lo que redundará en una mayor transparencia.
Pero MiFid II puede, sin pretenderlo, generar un efecto negativo. Si no puede haber retrocesiones, y hay que especificarle al cliente qué parte de los costes que se le cobran en el fondo de inversión va a la gestora y cuál es la que se lleva la entidad comercializadora, es probable que muchas encarezcan sus tarifas. O incluso que no incluyan en su catálogo fondos de terceros, para no tener que pagar comisiones. Al final, el perjudicado es el inversor, que pagará más y que tendrá menos oportunidades para diversificar la colocación de su dinero.
Como siempre, la banca buscará la forma de seguir convirtiendo en ingresos eso que llaman asesoramiento financiero.