El cliente sigue sin ser consciente de lo que paga por comisiones, a pesar de MiFID II
La llegada de MiFID II se suponía que iba a incrementar la transparencia ante los inversores sobre cuánto pagan por comisiones en los productos de inversión que contratan a través de bancos o empresas de servicios de inversión (ESI). Unos temían y otros anhelaban una reacción de los clientes en consecuencia, pero la realidad es que ese efecto no se ha producido. Fernando Zunzunegui, socio fundador de Zunzunegui Abogados y coordinador de regulación de EFPA España, señala que, «entre toda la información que reciben los clientes, no parece que estén identificando estos costes” y añade que “el asesor financiero debe ayudar al consumidor a conocerlo porque estas comisiones pueden afectar notablemente a la rentabilidad”. Así lo ha expresado en el ‘Meeting Anual de Asesores Financieros’ organizado por Inversión.
Y es que, para muchos, MiFID II no está logrando del todo los objetivos que se propuso, fundamentalmente aumentar la protección de los inversores minoristas. Para Carlos García Ciriza, presidente de ASEAFI, el motivo es el exceso de documentación que, por normativa, se le entrega al inversor y que, por su volumen, «acaba por firmar sin leer». En este sentido, otro de los ponentes, Gonzalo de la Peña, director de Desarrollo de Negocio de Openfinance, cree que sería necesario estandarizar más la información sobre los costes y propone la introducción de algún sistema de fácil comprensión similar al semáforo de riesgos que ya se aplica para los productos de inversión.
Las EAF necesitan ganar tamaño
Tanto Zunzunegui como como García Ciriza ponen de relieve el ‘tsunami normativo’ que ha vivido el sector en los últimos años y que, según el presidente de ASEAFI, lo que ha traído consigo, principalmente, es un fuerte incremento de costes “que no nos lo ha puesto nada fácil y nos ha exigido importantes inversiones”. De ahí que considere que las EAF necesitan ahora tener un mayor volumen de negocio para subsistir. “Las de menor tamaño tendrán que buscar soluciones; ir a un proceso de integración o dar un paso atrás y convertirse en agentes financieros para poder afrontar los costes.
De la Peña asegura que un capítulo importante de esos costes es la inversión en tecnología: “antes la tecnología servía para aumentar la productividad, ahora es básica, pues sin ella es imposible cumplir con la legislación”. Afirma que el potencial de los algoritmos en que se basan los actuales roboadvisor tienen capacidad para asesorar, pero cree que la relación personal es muy importante en el asesoramiento financiero, especialmente por el componente psicológico que, en un futuro, podría aportar la Inteligencia Artificial.
Zunzunegui advierte también de un cambio que se avecina para los próximos meses y que obligará a que el asesor a “ir más allá de los objetivos financieros”, al incluirse en los test de idoneidad cuestiones sobre sostenibilidad y gobierno corporativo. “Además de eso, tiene que ser psicólogo con sus clientes; con todo ello, se convierte en un eje fundamental del sector y creo que el asesor debe ser merecedor de una mejor retribución”. Una relevancia que también le otorga José Miguel Maté, vicepresidente de EFPA España, quien afirma que, en estos tiempos de volatilidad e incertidumbre, “el asesor es ahora más necesario que nunca”.