El asesor, el apoyo más imprescindible para el cliente en momentos de máxima tensión
El mundo vive un exceso de información que es especialmente abrumador en momentos de gran relevancia, como está ocurriendo con la reciente invasión rusa de Ucrania. Un ahorrador puede intentar filtrar todo ese flujo de datos para lograr discernir, desde un punto de vista financiero, lo que es importante para su cartera de lo que no, pero lo más probable es que la celeridad de los acontecimientos que se suceden en la actualidad termine por hacerle perder una perspectiva objetiva de que está realmente ocurriendo. En estos momentos, el papel de un asesor financiero cobra más importancia si cabe, dado que cuenta con el conocimiento, la experiencia y las habilidades necesarias como para detenerse el tiempo suficiente y analizar la información, recopilar y contrastar los datos que pueden resultar de interés para sus clientes y pensar en sus necesidades, sobre todo desde una óptica de largo plazo en la que se puedan cumplir sus objetivos vitales.
Una perspectiva profesional
En un reciente webinar organizado por EFPA, Mario Weitz, consultor del Banco Mundial, concretó que “nos encontramos en un escenario pesimista para la inversión. Estados Unidos y Europa crecerán menos porque el conflicto de Rusia y Ucrania va a provocar un aumento importante de la inflación a causa de la subida del gas y del petróleo y de las sanciones a Rusia”. A lo largo de este evento, diversos expertos expusieron sus opiniones, llegando a la conclusión de que, muy probablemente, una mayor duración de la guerra será mala para los mercados, pero que, en cuanto se estabilice la situación, es muy probable que se acelere el crecimiento. Hasta entonces, la inestabilidad y la incertidumbre serán constantes para los inversores.
Una situación que se une a algunos elementos que ya se habían convertido en comunes para la realidad de los mercados a lo largo de los últimos meses, como una elevada inflación (debida, en gran parte, a la escasez de materias primas como consecuencia de la recuperación económica global), una constante volatilidad y una cronificación de los tipos de interés bajos, que sigue desincentivando la inversión en muchos activos de renta fija, en especial, en aquellos de escaso riesgo. En definitiva, un cóctel muy complejo para que los ahorradores puedan ejercer con ciertas dosis de confianza una gestión activa de su cartera, al menos, sin contar con la ayuda profesional adecuada.
Por ello, la figura del asesor financiero cobra especial relevancia en momentos como el actual, conjugando un abanico de habilidades imprescindibles para que un inversor pueda navegar con las mayores probabilidades de éxito en los turbulentos mercados. Un asesor aporta conocimiento profesional, orientación y guía para resolver las lógicas cuestiones que le plantean sus clientes, empatía emocional para entender los miedos y los objetivos de los ahorradores, y una cabeza fría y racional para abstraerse de noticias negativas o de súbitas caídas en la cotización de los activos que se tienen en cartera. Y, todo ello, por supuesto, con una habilidad contrastada y entrenada para evaluar cualquier dato que llegue a sus manos bajo la perspectiva de ofrecer siempre el mejor servicio posible a los inversores.
Planificación, la única receta frente a la incertidumbre
El asesor financiero no es ni un adivino ni un gurú sino el principal baluarte de confianza para un ahorrador a la hora de gestionar profesionalmente su patrimonio. Para otras labores ya existen otras figuras como los analistas o los gestores. El cometido de un asesor es el de aportar confianza a sus clientes, proponiendo posibles alternativas y estrategias para llegar a cumplir sus objetivos vitales marcados para el largo plazo. Y, para lograrlo, el asesor lleva a cabo un trabajo casi artesanal, personalizando sus servicios a cada usuario y aplicando para ellos una receta distinta de acuerdo a la etapa de sus vidas en las que se encuentren, a sus metas fijadas y a sus situaciones financieras y patrimoniales particulares.
Además, su labor es especialmente importante en el escenario actual, ya que no existe como en otros momentos del pasado el salvavidas de la renta fija para compensar la volatilidad de los mercados y el avance de la inflación. Es decir, que un ahorrador tiene que tomar un riesgo mayor si quiere obtener rentabilidad y eso implica sin lugar a dudas una mayor dosis de incertidumbre. Disponer de la ayuda de un asesor financiero contribuye a reducirla, en tanto que posiciona mejor en la mente del inversor la importancia de los retos y desafíos que se han marcado para el largo plazo.
Para lograrlo, una de las herramientas más preciadas de todo asesor es la de la planificación, no solo para pensar en el largo plazo, sino para buscar poder aprovecharse de los beneficios del interés compuesto para lograr rentabilidad. De hecho, uno de los principales objetivos para muchos ahorradores es el de complementar económicamente el día de mañana la jubilación y en esa tesitura la bondad del interés compuesto, es decir, de generar nuevos intereses por los intereses del capital, juega una baza fundamental.
Atemperar las emociones, generar empatía y confianza, realizar recomendaciones profesionales o responder las dudas que surgen en la cabeza de todo ahorrador en los momentos de máxima tensión en los mercados. Toda esta amalgama de servicios en la figura de un profesional, el asesor financiero, que cada vez más, desempeña un rol clave para poder navegar en las mejores condiciones posibles el incierto océano inversor que nos está tocando vivir en los últimos años.