Chris Iggo (AXA IM): Los márgenes de beneficio han aumentado en los últimos tres años
Por Chris Iggo, CIO Core Investment Managers en AXA Investment Managers y presidente del AXA IM Investment Institute
Los inversores y comentaristas que tienen muy en cuenta la visión macroeconómica en sus expectativas sobre el comportamiento de los mercados se han equivocado hasta ahora en 2023. La rentabilidad de la renta fija es positiva y la de la renta variable es saludable. El S&P 500 ha subido en torno a un 7,7% en lo que va de año en términos de precios y la rentabilidad total del índice MSCI World es del 9,0%.
Para entender el comportamiento de la renta variable debemos pensar en términos nominales. El crecimiento del PIB nominal ha sido mayor en los dos últimos años que en cualquier otro momento desde principios de los años setenta. Esto significa mayores costes y precios, pero también mayores ingresos y rentas, por lo que hay ganadores y perdedores.
Muchas empresas han salido ganando, con unos ingresos por ventas extremadamente fuertes y un poder de fijación de precios que ha permitido aumentar los márgenes de beneficio. Tras los múltiples ajustes en los mercados de renta variable el año pasado, la estabilidad de los rendimientos de los bonos desde el pasado octubre ha permitido que los precios de la renta variable se beneficien del efecto nominal sobre los ingresos y los beneficios.
El crecimiento de las ventas, en dólares corrientes, ha sido fuerte. En un entorno inflacionista, las empresas se enfrentan, por supuesto, a un aumento de los costes de los insumos y a la presión para que suban los salarios. Al mismo tiempo, pueden explotar su poder de fijación de precios. Y lo han hecho. Los márgenes de beneficio han aumentado en los últimos tres años. Desde la peor parte de la pandemia, en el tercer trimestre de 2020, los márgenes de beneficio han pasado del 9,2% al 12,05% en el primer trimestre de 2023, según estimaciones de Bloomberg. Los ingresos por ventas han seguido aumentando. En el último año han subido un 7,9%.
Desde un punto de vista macro, la estabilización de las expectativas sobre los tipos de interés y el importante descenso de los rendimientos a largo plazo desde el pasado mes de octubre han permitido que los múltiplos de la renta variable se asienten. Se podría argumentar que los múltiplos precio-beneficio (PER) siguen siendo demasiado elevados en EE.UU. y que el aumento de los tipos de interés a corto plazo ha elevado la barrera para la rentabilidad de la renta variable. En cuanto a las previsiones, estas apuntan a un crecimiento de los beneficios del 4% para el S&P 500 durante el próximo año. Esto no es tan débil como en recesiones anteriores, pero puede reflejar el efecto nominal persistente –la implicación es que el crecimiento de los ingresos por ventas seguirá siendo positivo y los márgenes no se contraerán tanto, especialmente si el pronóstico es un aterrizaje suave–. Sin embargo, desde una perspectiva macroeconómica, hay razones para esperar presiones sobre los beneficios empresariales a medida que se ralentiza el crecimiento económico.
La renta variable estadounidense debería beneficiarse de una prima de crecimiento, lo que se traduce en un PER superior al de otros mercados. Existen tendencias seculares extremadamente favorables, que ya he mencionado anteriormente. Los programas legislativos de la administración del Presidente Joe Biden para impulsar la inversión en los sectores energético y tecnológico son favorables. Los cambios en las cadenas de suministro mundiales están conduciendo a la deslocalización de la fabricación y el crecimiento en el uso de la inteligencia artificial podría impulsar la productividad, así como la inversión en la infraestructura informática necesaria para permitir su aplicación más amplia en toda la economía. Si la inflación se asienta y los tipos de interés no suben mucho más, las perspectivas pueden ser positivas.