BNP Paribas AM: ¿Encaja la inversión en China con la ESG?
Por Jessica Tea, investment specialist del BNP Paribas China Equity
La Era de la Transformación se centra en la transición global hacia un nuevo entorno económico y en las tendencias que contribuyen a un mundo más sostenible e inclusivo. Pero, ¿qué ocurre cuando estas últimas parecen chocar con los objetivos finales? Con el flujo constante de las fuerzas geopolíticas, China está asumiendo un papel cada vez más dominante en el orden mundial. Desde una perspectiva de inversión, la evolución de esta economía de alto crecimiento presenta oportunidades significativas, pero su reputación se ha visto dañada por informes de malas prácticas de derechos humanos. Asimismo, su compromiso con la neutralidad de carbono de aquí a 2060 se ha considerado poco ambicioso y no alineado con el objetivo de París de lograr dicha neutralidad en 2050.
Así, cabe preguntarse si un inversor que se tome en serio la inversión basada en criterios medioambientales, sociales y de buen gobierno (ESG) debería invertir en China. Como siempre, en estas cuestiones no todo es blanco o negro y es necesario investigar más a fondo…
Mirando más allá de la decepción de la COP
Habida cuenta de que China es la mayor fuente de emisiones de carbono a nivel mundial (un 28% del total), su contribución a la COP de Glasgow fue decepcionante. La ausencia del presidente Xi en la cumbre se interpretó como un desaire, y China jugó un papel determinante en la suavización del lenguaje en torno al carbón, de “eliminación gradual” a “reducción gradual”.
No obstante, ahora que las repercusiones de la COP empiezan a disiparse, vale la pena examinar en mayor profundidad las medidas climáticas que está implementando el gigante asiático. Aunque su objetivo de neutralidad de carbono general es muy lejano, es probable que China alcance antes de lo previsto el objetivo de un 25% de combustibles no fósiles de cara a 2030. De hecho, su capacidad total eólica y solar acumulada ascendió a 635 gigawatios en 2021 (un 26,7% del total nacional), y Pekín se propone elevar esta capacidad hasta un mínimo de 1200 gigawatios de aquí a 2030. Por otra parte, aunque el país sigue comprometido con el carbón y sigue construyendo capacidad nueva, su gobierno ha prometido controlar el consumo de carbón hasta 2025 y comenzará a reducirlo a partir de 2026. Por último, aceptó colaborar con Estados Unidos para reducir las emisiones de metano en esta década, en el marco de la declaración conjunta de ambos países sobre el clima emitida durante la COP 26.
También es importante reconocer que, debido a su tamaño, cualquier medida que tome China es a gran escala.
Un enfoque autocrático
Una diferencia interesante respecto a otros países es que el enfoque de control climático de China se centra en torno a su política. Muchos gobiernos democráticos han emitido declaraciones climáticas audaces y se han fijado objetivos ambiciosos, pero estos planes carecen de suficiente detalle. Tal como vimos durante la presidencia de Trump, tales compromisos pueden verse anulados rápida y fácilmente tras un cambio de liderazgo.
China, en cambio, China tiene una trayectoria de planificación industrial a más largo plazo debido a su régimen autocrático. Su gobierno ya ha determinado una ruta de desarrollo, incorporado compromisos medioambientales y ecológicos en la constitución del país y aprobado nueva legislación sobre control de la polución. Se están implementando proyectos piloto verdes en regiones pequeñas, con potencial de convertirse en nuevas normas no solo para China en su conjunto, sino también para el resto del mundo.
Es posible que el gobierno chino prefiera prometer poco y lograr más de lo prometido en materia climática.
Enorme ambición = gran oportunidad de inversión
Pese a las apariencias, China se propone igualar sus ambiciones climáticas a las del resto del mundo. Desea ser el mayor productor mundial de VE, y el año pasado, las ventas se dispararon un 154% hasta los 3,3 millones de unidades. Está poniendo en marcha sus aspiraciones de hidrógeno subvencionando vehículos con pila de combustible y su infraestructura, concentrándose en tres ciudades de prueba, y sigue esforzándose por mantener su ya considerable liderazgo en energía renovable.
Para realizar este objetivo, está maximizando su fortaleza tanto en innovación como en producción, subiendo con ello el listón en la carrera hacia soluciones climáticas nuevas y efectivas. Será interesante observar cómo evoluciona la situación. ¿Elevará las tensiones con Estados Unidos, o acaso estimulará un espíritu de competitividad amistosa? Pase lo que pase, debería conducir a nuevas oportunidades para los inversores en temas medioambientales.
La paradoja del polisilicio
Otra área en la que China tiene una posición dominante es la fabricación de silicio policristalino (o polisilicio), con un 77% de la producción global en 2020. Esta forma de silicio de gran pureza es una materia prima clave en la cadena de suministro fotovoltaica solar, y el suministro actual apenas logra satisfacer una demanda creciente, lo cual da pie a un escenario de inversión atractivo.No obstante, varios fabricantes están ubicados en la provincia china de Xinjiang, y el suministro se ha visto atrapado en el mayor escrutinio en torno a presuntas prácticas de trabajo forzoso en esa área. En junio de 2021, el Departamento de Comercio estadounidense incluyó en su lista negra a varias entidades chinas relacionadas con la producción de polisilicio, pese a los vehementes intentos de estas empresas de desmentir sus infracciones.
Existen indicios recientes de que Estados Unidos suavizará su postura, pero esta situación es un recordatorio útil de que, en ocasiones, perseguir las mayores rentabilidades de inversión puede chocar con los objetivos ESG y que merece investigar en mayor profundidad.
Jugar para ganar
Aunque China no brilla por su lucha contra la mera retórica en torno al cambio climático, está demostrando claramente que se toma en serio sus compromisos climáticos y avanza de forma significativa en muchas áreas. Dicho esto, existen motivos de preocupación indudables que no pueden descartarse por el hecho de que satisfagan la E de ESG. En BNP Paribas Asset Management, nuestra perspectiva clara, concentrada y objetiva nos ayuda a proporcionar a nuestros clientes lo que esperan legítimamente. En el contexto de China, esto significa utilizar nuestra experiencia, conocimientos y capacidades técnicas para encontrar empresas con un gobierno corporativo sólido, que muestran el debido respeto por los derechos humanos y el medioambiente, y que dan prioridad al cumplimiento de objetivos ESG.
Hemos visto cómo el activismo puede tener un impacto positivo, y creemos que este también será el caso en China. Para ello, no obstante, tenemos que invertir a fin de tener voz y voto en estas empresas. Solo entonces podremos utilizar nuestra influencia para tratar de fomentar el cambio que tanto nosotros como nuestros clientes deseamos ver.
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