Amundi: Una crisis única que abre el camino a múltiples cambios de régimen
Por Pascal Blanqué, Group Chief Investment Officer; y Didier Borowski, Head of Global Views, Global Research de Amundi
La crisis del Covid-19 es excepcional en muchos sentidos. Es la crisis sanitaria más grave desde la gripe española de hace un siglo. Esta crisis ha dado lugar a una contracción de la actividad sin precedentes en 2020 y a la recesión mundial más profunda desde la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, esta recesión ha sido la más breve y no ha ido acompañada de una crisis financiera gracias a las respuestas de política fiscal y monetaria, que han amortiguado el shock económico. Las medidas excepcionales puestas en marcha pretenden ganar el tiempo necesario para salir de la crisis sanitaria.
La pandemia aún no ha terminado, y ni siquiera está controlada en muchos países, especialmente en las economías de los Mercados Emergentes (ME). Sin embargo, las campañas de vacunación en curso están allanando el camino hacia la recuperación, al menos en la mayoría de las economías desarrolladas (ED). La incertidumbre sobre las perspectivas económicas mundiales sigue siendo elevada, debido principalmente a la evolución de la pandemia. Tras una contracción estimada del 3,3% en 2020, el FMI prevé un crecimiento del PIB mundial del 6,0% en 2021, que se moderará al 4,4% en 2022. El crecimiento del PIB real se ha revisado al alza desde principios de año gracias al apoyo fiscal adicional en algunas economías importantes y al éxito (esperado) de las campañas de vacunación.
Se espera que el crecimiento mundial se modere a medio plazo, debido al menor potencial de oferta y al envejecimiento de la población (menor crecimiento de la población en edad de trabajar), tanto en los países desarrollados como en los emergentes. La historia nos ha enseñado que las grandes pandemias dejan profundas cicatrices en la economía. Gracias a la combinación de políticas sin precedentes, la crisis del Covid-19 debería dejar menos cicatrices que la Gran Crisis Financiera (GFC) en las economías avanzadas. Esto puede no ser cierto en las economías emergentes, que se han visto más afectadas que las avanzadas.
La ausencia de una crisis financiera no significa que los cimientos sean sólidos. La crisis del Covid-19 ha dañado considerablemente la economía mundial. Las economías se han vuelto más frágiles. Las pérdidas de producción han sido especialmente grandes para los países que dependen del turismo y de las exportaciones de materias primas y para los que tienen un espacio político limitado para responder. Las desigualdades han aumentado: los jóvenes, los trabajadores poco cualificados y las mujeres se han visto especialmente afectados, sobre todo en las economías emergentes, donde 95 millones de personas más se situaron por debajo del umbral de pobreza extrema en 2020. La desigualdad de ingresos ha aumentado tanto en las economías avanzadas como en las emergentes.
Como resultado, los balances de los hogares, las compañías y los gobiernos se han deteriorado a escala mundial. Incluso sin una crisis financiera, esta evolución puede requerir reestructuraciones y recapitalizaciones a medio plazo, que pueden ser caras tanto para gobiernos como para los contribuyentes. Desde el inicio de la pandemia, los gobiernos han recurrido a políticas monetarias y fiscales expansivas para contrarrestar el fuerte descenso de la actividad económica asociadas a los confinamientos generalizados y a las medidas de contención. Las economías desarrolladas tuvieron una ventaja decisiva en su capacidad de respuesta.
Las medidas han supuesto un alivio para los hogares que se enfrentan a un descenso de los ingresos, así como para las compañías, especialmente en el sector de los servicios sujetos a cierres. Las condiciones crediticias se han mantenido artificialmente acomodaticias. Sin embargo, estas medidas de apoyo tendrán que terminar en algún momento. Un endurecimiento prematuro de las condiciones crediticias podría tener un grave impacto en las pequeñas y medianas empresas (PYMES) y en los hogares con bajos ingresos, lo que podría frenar las perspectivas de recuperación económica. Muchos mercados emergentes ya han alcanzado los límites de lo que puede hacer su política monetaria.
El alto nivel de endeudamiento de las compañías en el período previo a la pandemia puede amplificar los problemas en los balances del sector financiero. En Estados Unidos, China y algunos países europeos, las compañías están muy apalancadas. El fuerte aumento de la deuda corporativa en dólares está socavando las economías emergentes. Llevará tiempo reparar los balances. Habrá un largo periodo de desapalancamiento en el que los bancos serán más cautelosos a la hora de conceder préstamos.