Allianz GI: Los riesgos geopolíticos amenazan a los mercados y aumentan la volatilidad
Por Ann-Katriz Petersen, Vice President, Global Economics & Strategy de Allianz Global Investors
En el hemisferio norte falta poco para el inicio oficial de la primavera. Y con él parece oírse en el mundo de los bancos centrales un alegre gorjeo de «paloma», a saber, un llamamiento a un giro hacia una política monetaria más laxa; porque, del lado de la coyuntura, últimamente sopla un viento más fresco.
Desde el punto de vista de los inversores, cabe preguntarse, en vista de la evolución divergente de las cotizaciones bursátiles por una parte y la pérdida de impulso económico por otra, si la recuperación observada desde principios de año en los mercados financieros va a continuar.
Pero empecemos por las palomas de la política monetaria: después de un total de nueve subidas de tipos desde el año 2015, una Reserva Federal estadounidense «más paciente» va a tomarse más tiempo antes de la próxima. Al mismo tiempo, sopesa si frenar pronto la reducción de su balance y, por consiguiente, ralentizar la retirada de liquidez en los mercados.
Una paloma europea se ha querido unir a su pareja americana. El presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, dijo el jueves en Frankfurt que la entidad lanzará una nueva edición, la tercera, de su programa de financiación a la banca (TLTRO III), comenzando en septiembre y finalizando en marzo de 2021, con una vigencia de dos años para cada ronda. Tanto las menores perspectivas de crecimiento como motivos regulatorios están detrás de la decisión de volver a proveer de liquidez a los bancos de la zona euro. En segundo lugar, antes de lo esperado, el BCE ha dejado claro que se retrasa cualquier subida de tipos al menos hasta final de 2019. Por tanto, a menos que los datos macro de la zona euro mejoren de manera significativa, la primera subida de tipos desde julio de 2008 no tendrá lugar, probablemente, hasta 2020.
Sin embargo, queda por ver si una paloma (o varias) bastan a medio plazo para mejorar de manera duradera los ánimos de las bolsas, por lo menos, mientras no se aprecien señales de un despertar primaveral en los indicadores económicos. Para ello serían imprescindibles, entre otras cosas, algunos gorjeos de política comercial constructivos –vía Twitter o un medio más convencional–.
Últimamente, el crecimiento de la economía mundial se ha desacelerado a una tasa ligeramente por debajo de la potencial. Una ralentización de las tasas de crecimiento no es ningún acontecimiento inusual en un contexto de finales de ciclo, pero además, el conflicto comercial entre EE. UU. y China ha hecho mella. Nuestro Macro Breadth Index global (véase nuestro gráfico de la semana) marcó, con la nueva caída de los datos económicos de febrero, su duodécimo retroceso en los últimos trece meses.
La buena noticia es que, tras una fase de debilidad tan prolongada, ha aumentado la probabilidad de una recuperación al menos a corto plazo. En este sentido, el índice de gestores de compras de la zona euro publicado el martes apuntaba que la economía ha vuelto a ganar algo de impulso.
Cabe resaltar –y este fenómeno se observa también en los EE. UU., en Japón y en el Reino Unido– que la evolución entre el sector industrial y el de servicios parece seguir divergiendo. Nos queda la esperanza de un acuerdo duradero en la disputa comercial –que impulsaría la debilitada demanda de productos industriales– y una mayor claridad en las perspectivas nebulosas del Brexit.
Claves de la próxima semana
A principios de semana, la atención de los inversores se dirigirá especialmente al Reino Unido, donde los diputados decidirán el martes acerca del acuerdo sobre el Brexit negociado por la primera ministra, Theresa May. Si el plan de May fracasa, podría haber otras votaciones, a favor o en contra de un Brexit «desordenado» (el miércoles) así como sobre una prórroga de la maratón de negociaciones (el jueves). La probabilidad de una salida de la UE sin acuerdo se ha reducido considerablemente, según las declaraciones de Bruselas y las votaciones anteriores.
Una serie de indicadores adelantados nos darán algunas señales sobre las perspectivas económicas durante la primavera, entre ellos, el Empire State Index y el índice de confianza de la Universidad de Michigan (viernes) como indicadores de la economía estadounidense, así como la producción industrial y la cifra de ventas minoristas de China, donde el gobierno ha ajustado recientemente sus previsiones a unas cifras más realistas, reduciendo el objetivo de crecimiento para este año del 6,5% al 6,0-6,5%. Una mejora temporal de los datos macroeconómicos por sí sola no bastaría para poner en cuestión nuestro escenario de una desaceleración económica de finales de ciclo, pero al menos reduciría la presión bajista a corto plazo sobre la economía mundial.
En conjunto, nos atenemos a nuestra visión central: los riesgos políticos siguen amenazando a los mercados y continúan provocando un aumento de la volatilidad. La economía mundial se está enfriando, pero no cayendo en una recesión. Los principales bancos centrales actúan con más vacilaciones, pero no están poniendo fin a la normalización de su política monetaria. Seguimos previendo un potencial de rendimiento del mercado («beta») más moderado que en la pasada década, junto con una mayor volatilidad. En este entorno incipiente de finales de ciclo, creemos que cada vez es más importante para los inversores una asignación activa de su patrimonio entre las distintas clases de activos, así como una selección activa de valores. Esté o no llegando la primavera, una gestión activa parece ser una buena opción.