¿Cómo afrontan la coyuntura actual los fondos de renta fija de rentabilidad absoluta?
Peter Bentley, responsable de crédito global y británico en Insight Investment (BNY Mellon)
A lo largo de la última década, los inversores se han acostumbrado a rachas de volatilidad. Aunque las crisis financieras han sido una característica de los mercados en la historia reciente, la volatilidad experimentada por las cotizaciones desde la crisis financiera global ha sido de una magnitud diferente. Y, de cara al futuro, pocas señales apuntan a que esta era de volatilidad vaya a terminar. De hecho, es posible que estemos alcanzando un punto de inflexión en el ámbito de la renta fija: los bancos centrales parecen haber alcanzado los límites de la política monetaria, y los riesgos políticos –sobre todo el resultado de las elecciones en Estados Unidos– están haciendo que la deuda pública se aleje de los mínimos registrados este año. En una era en que la única certidumbre es que habrá más incertidumbre, la volatilidad es inevitable en los mercados de deuda tanto gubernamental como corporativa. Esto será fuente de preocupación para la mayoría de los participantes en el mercado, pero para los inversores activos capaces de adoptar enfoques flexibles de rentabilidad absoluta, podría ser una buena noticia.
En una era en que la única certidumbre es que habrá más incertidumbre, la volatilidad es inevitable en los mercados de deuda»
¿Podría la deuda pública hallarse en un punto de inflexión?
La política monetaria expansiva ha respaldado a la deuda soberana desde la crisis financiera y, durante gran parte de 2016, un nivel récord de 10 billones de dólares de estos bonos cotizaban en TIR negativas.
En dicho año, no obstante, los bancos centrales mostraron repentinamente señales de estar desenamorándose de sus programas de estímulo. Un aspecto particularmente preocupante fue el efecto de las rentabilidades por cupón bajas o negativas y de las curvas planas sobre entidades como los bancos.
El primero en actuar fue el Banco de Japón, que anunció una iniciativa diseñada para elevar la pendiente de su curva de tipos. A continuación, circularon rumores de que el Banco Central Europeo iba a recortar sus compras mensuales de deuda (lo cual se acabó confirmando en diciembre). Esto hizo que la deuda pública global retrocediera desde sus máximos sin precedentes.
Dicha tendencia se vio exacerbada tras la victoria de Donald Trump en las elecciones de noviembre. El sorprendente resultado elevó la probabilidad de un estímulo fiscal significativo en Estados Unidos, lo cual elevó las expectativas de inflación. El día después de conocerse el resultado, los treasuries a 10 años vivieron su peor jornada en un cuarto de siglo. Actualmente, la TIR del bono estadounidense a 2 años es del 1,1% (su mayor nivel desde 2010), mientras que los títulos a más largo plazo ofrecen rentabilidades por cupón en máximos de un año.
Todavía es demasiado pronto para afirmar si esto representa el comienzo de un cambio radical en las TIR de la deuda, pero la incertidumbre hace cada vez más posible que se produzcan rachas de volatilidad.
El riesgo político y los mercados de deuda corporativa
La política regional también ha afectado a los mercados de crédito. Según datos de Bank of America Merrill Lynch, la deuda corporativa denominada en libras esterlinas ha mostrado el doble de volatilidad que los bonos equivalentes en dólares y en euros este año (en términos de rentabilidad excedente). Esto es atribuible en su mayor parte al sorprendente resultado del referéndum del Reino Unido sobre la pertenencia del país a la Unión Europea, y a la agresiva respuesta de estímulo por parte del Banco de Inglaterra ante la perspectiva de brexit.
El mercado de crédito en euros ha sido el menos volátil de los tres, al verse respaldado directamente por las compras del Banco Central Europeo durante gran parte del año. El crédito en dólares ha mostrado la mayor fortaleza en términos de rentabilidad excedente, ayudado por la respuesta positiva frente al resultado de las elecciones estadounidenses y a la estabilidad del mercado petrolero. La deuda corporativa global ha sido la menos volátil, lo cual demuestra el valor potencial de la diversificación a nivel mundial en un entorno dominado por la política regional.
En adelante, el calendario político está repleto de acontecimientos regionales que los mercados seguirán muy de cerca, con lo que la volatilidad relacionada con la política podría continuar. Por ejemplo, Alemania y Francia celebrarán elecciones en un entorno en que movimientos políticos populistas e insulares tratan de consolidar un respaldo creciente del electorado. Al mismo tiempo, el Reino Unido se dispone a invocar el Artículo 50 del Tratado de la UE, Donald Trump será investido presidente en Estados Unidos e Italia formará un nuevo gobierno en un momento en que los mercados se concentran en la salud de los bancos nacionales.
Convertir la volatilidad en una ventaja
Aunque los inversores suelen abordarla con trepidación, lo cierto es que la volatilidad resulta útil para ciertas estrategias. Los enfoques de rentabilidad absoluta que invierten con posiciones largas o cortas en todo el universo global de renta fija no dependen de los niveles de TIR o de la dirección del mercado para generar rentabilidades consistentes. En lugar de ello, tratan de identificar oportunidades de valor relativo y absoluto entre emisores, sectores y regiones a nivel global, así como dentro de los mismos.
Por ejemplo, cuando el panorama de política monetaria entre dos países es divergente, un posicionamiento largo en un mercado y corto en el otro puede ser una importante fuente de valor. En los mercados de crédito, los inversores pueden evitar áreas cuyas rentabilidades proyectadas no remuneran adecuadamente los riesgos políticos, e inclinarse por mercados que ofrecen más valor. La capacidad de adoptar exposiciones largas y cortas puede permitir capturar valor en mercados tanto al alza como a la baja. No obstante, el éxito de un enfoque de este tipo depende cada vez más de los recursos, la experiencia y los conocimientos del gestor.