Sergio Míguez (EFPA): “La formación no es una exigencia de MiFID II, sino un intangible básico para mejorar la reputación del sector”
En el marco del 6º Foro de Agentes Financieros, organizado por IIR España y donde elasesorfinanciero fue media partner, Sergio Míguez, director de Relaciones Institucionales de EFPA España, ha puesto de manifiesto que la formación de los profesionales del sector financiero no es solo una exigencia de la futura MiFID II, sino que, en la situación actual del mercado, “es un intangible básico para mejorar la reputación de nuestra industria”.
Señala también que MiFID II traerá consigo la exigencia a las entidades de demuestren que las personas físicas que desempeñan funciones de asesoramiento tengan la cualificación necesaria. En este sentido ESMA ya ha emitido unas directrices que, entre otras cosas, distinguen entre asesorar e informar y establece obligaciones de formación diferentes para cada una de esas tareas. Además establece una serie de requisitos mínimos en cuanto a conocimientos y experiencia. “Estas directrices tendrá que concretarlas la CNMV, pero sabemos que es consciente de la necesidad de tomarse la profesión de asesor financiero en serio y creemos que habrá un nivel de exigencia importante. Para ello, pensamos que la vía más apropiada es la de la certificación, como propone ESMA y como lleva haciendo EFPA desde hace 15 años”.
Destaca que los programas de certificación deben ser rigurosos, responder a estándares internacionales y, a su juicio, no basta con un diploma, sino que es necesario una formación continua, uno de los puntos fuertes de la oferta de EFPA España, pues “contamos con 47 socios corporativos que colaboran con nosotros en multitud de actos para dar un servicio de recertificación a nuestros asociados”, puntualiza Míguez.
Insiste en que la certificación es la vía adecuada para garantizar el buen desempeño profesional de los asesores financieros porque, en este campo, “no vale solo con tener conocimientos, hay que medir competencias para enfrentarse a los problemas que nos plantean los clientes. Y para eso es esencial que exista una separación entre quien forma y quien evalúa”.
No obstante, al margen de la normativa, Míguez se muestra convencido de que la formación, acompañada de un código ético, representa un valor en sí misma: “Es una inversión, pero redunda en la calidad del asesoramiento y el servicio que vamos a dar al cliente; no basta con limitarnos a cubrir el expediente”.