Schroders: Tendencias a las que se enfrentan los inversores
Por Keith Wade, economista jefe en Schroders
El Covid-19 está teniendo un importante efecto humano y económico. De hecho, las medidas de confinamiento y el cierre de la actividad económica global ha puesto fin a la más larga expansión económica registrada en los Estados Unidos y ha empujado a la economía mundial a la más profunda caída desde la Gran Depresión de los años 30.
Aunque hay indicios de que el virus se está controlando y los gobiernos están empezando a levantar las restricciones a la movilidad y la interacción social, dudamos que la recuperación sea rápida.
En este artículo examinamos cómo el Covid-19 afectará las perspectivas a largo plazo de la economía mundial.
Antes de la pandemia, sosteníamos que la demografía y las tendencias de la productividad apuntaban a una perspectiva para la economía mundial de crecimiento moderado y baja inflación, con un telón de fondo perturbado por la política populista, la tecnología y el cambio climático. Esta crisis ha tenido muchos efectos sobre las economías, las personas y las empresas pero creemos que, más que alejarnos de estas tendencias que señalábamos antes del brote, el Covid-19 las ha reforzado o incluso acelerado.
El efecto de las pandemias en las economías
Los estudios sobre los efectos económicos de las pandemias apuntan a importantes efectos a largo plazo. El crecimiento y el rendimiento de los activos se deprimen durante un período de tiempo considerable, hasta 40 años después de que la pandemia haya pasado.

El Covid-19 se compara con mayor frecuencia con la gripe española de 1918-19, un brote que se cobró 40 millones de vidas, es decir, el 2% de la población mundial, lo que supone 150 millones de muertes cuando se aplica a la población actual.
Afortunadamente, la mejora de los sistemas de salud y las medidas gubernamentales para suprimir el virus significan que el brote actual no debería ser ni de lejos tan mortal. No obstante, aunque los gobiernos puedan lograr en última instancia reducir el impacto en la salud, los efectos económicos y el coste de la deuda son significativos.
Las pandemias y las personas
Las pandemias dejan profundas cicatrices en los que sobreviven. En términos económicos, alteran el equilibrio entre el ahorro y la inversión en la economía. Después de que el shock inicial se ha desvanecido y la enfermedad se ha contenido, la respuesta natural de los hogares y las empresas es ser más cautelosos.
Los países que ya han levantado las medidas de contención en la pandemia actual están descubriendo que el gasto de los consumidores tarda en recuperarse y la historia sugiere que es probable que esto persista.
Las pandemias y las empresas
En el lado corporativo, los estudios muestran que la inversión empresarial también es más débil. En la mayoría de los casos esto refleja la caída de la oferta de mano de obra como consecuencia de la enfermedad, lo que aumenta los salarios en la economía. La caída de la rentabilidad debilita entonces la inversión de capital. Hoy en día, el impacto en la población activa debería ser significativamente menor debido a las medidas preventivas y al hecho de que son los ancianos los que se ven afectados principalmente. Por lo tanto, no esperaríamos ver un aumento de los salarios como consecuencia del Covid-19.
No obstante, para muchas empresas la experiencia cercana a la muerte del confinamiento, en la que los flujos de efectivo simplemente se han agotado, tendrá un efecto a largo plazo en su disposición a asumir riesgos e invertir. Si bien la política fiscal y monetaria está tratando de compensar los efectos adversos, estas cicatrices de la crisis pesarán sobre la futura asunción de riesgos y la voluntad de invertir.
A continuación, analizamos cuatro tendencias que señalábamos que iban a marcar el panorama de inversión en la próxima década que la crisis del coronavirus probablemente reforzará o acelerará.
#1: Los bajos tipos de interés
La combinación de unas tasas de ahorro más elevadas y una menor inversión de capital apuntaría a un crecimiento más lento y a un tipo de interés de equilibrio más bajo, es decir, el tipo de interés cuando el desempleo está en su tasa natural y la inflación es estable.
Una inversión más débil también obstaculizará la recuperación de la productividad y favorecerá un crecimiento más lento del PIB. Por consiguiente, el brote de Covid-19 refuerza nuestra conclusión de que los tipos de interés se mantendrán bajos en términos reales durante un período considerable.
La largamente esperada normalización de los tipos de interés, que se logró brevemente en los EE.UU. a finales de 2018, se ha visto retrasada aún más.
#2: El aumento del gasto en salud
Antes de esta crisis, señalamos que se produciría un aumento del gasto en salud debido al envejecimiento de la población. Esta temática se ha acentuado a raíz del Covid-19 y formará parte de una tendencia más amplia en la que es probable que los gobiernos desempeñen un papel permanente apoyando la demanda agregada en la economía a través de la política fiscal. El gasto público será mayor para compensar la disminución de la demanda privada. En particular, esperamos que el gasto en salud aumente a medida que los gobiernos incrementan la resistencia de sus sistemas de salud.
De hecho, el gasto en salud como porcentaje del PIB ya ha aumentado considerablemente, en gran medida como consecuencia de las presiones demográficas. En los Estados Unidos, ha crecido del 13% al 17% del PIB desde 2000, el nivel más alto de la OCDE. En Europa, donde representa el 11% del PIB, también se han producido importantes avances en los últimos 20 años.
En este sentido, el gasto en salud ya representa casi una quinta parte del gasto público de la OCDE.
Sin duda, esto supondrá todo un reto, ya que el Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé que la deuda pública total aumente hasta el 150% del PIB para el G20 a finales de 2021, en gran parte como resultado de Covid-19.
Por tanto, los gobiernos se enfrentarán a la desagradable decisión de aumentar los impuestos o recortar el gasto público para contener los déficits presupuestarios.
En nuestra opinión, es cada vez más probable que los gobiernos recurran a la represión financiera (es decir, a mantener los tipos de interés muy por debajo del crecimiento del PIB nominal) para reducir la proporción de deuda sobre el total de ingresos. Esa política se aplicaría mediante una combinación de compras de bonos del Estado por parte del banco central, el control directo de la curva de rendimiento (como se ha visto en el Japón) y una reglamentación que obligue a los inversores a mantener los bonos del Estado.
#3: El Populismo sigue aumentando
La represión financiera como medio para reducir los ratios de deuda se ha utilizado antes, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial y desde el GFC. Sin embargo, lleva tiempo y puede dar lugar a movimientos populistas.
De hecho, el populismo en este contexto se traduciría en una pérdida de la independencia de los bancos centrales a favor de los gobiernos, alejándose de los objetivos de inflación fijados y adoptando políticas como la Teoría Monetaria Moderna (MMT) o imprimiendo dinero que se gasta directamente en la economía.
El resultado sería una mayor inflación y posiblemente una hiperinflación si se lleva lo suficientemente lejos. La relación entre deuda y PIB disminuiría, pero esas políticas no hacen que los gobiernos sean populares.
De hecho, golpearía con más fuerza a una parte clave del electorado al erosionar el valor real de sus ahorros y pensiones.
#4: Impulso de la transformación tecnológica
Teniendo en cuenta este contexto, es probable que la tecnología se vea impulsada tras la crisis.
El hecho de verse obligado a permanecer en casa ha beneficiado al ecommerce , a las videoconferencias y al teletrabajo.
El cierre de las tiendas, oficinas y grandes almacenes ha obligado a las empresas a innovar y a hacer viable el trabajo a distancia.
No es sorprendente que las empresas tecnológicas hayan liderado el repunte de los mercados bursátiles de Estados Unidos.
En segundo lugar, es un efecto a más largo plazo, ya que la experiencia de Covid-19 obliga a las empresas a replantearse sus cadenas de producción y a que aparezca una mayor diversidad de proveedores. En este sentido, es probable que la inteligencia artificial y la robótica sean las ganadoras, acelerando la cuarta revolución industrial.
Asimismo, el aumento de la producción nacional -en lugar de la internacional- es un golpe más a la globalización, que ya se ha visto afectada por las guerras comerciales entre los Estados Unidos y China. A corto plazo, la mayor amenaza es el deterioro de las relaciones entre las dos superpotencias, que actualmente se encuentran inmersas en una tensión por el origen y la propagación del virus.
A largo plazo, esta transformación tecnológica probablemente aumentará la productividad, ya que reducirá muchos de los insumos asociados a los negocios, como los gastos de viaje y el mantenimiento del espacio de oficinas. Sin embargo, de manera más inmediata, significa la pérdida de puestos de trabajo en determinados sectores de la economía como las empresas de viajes, las líneas aéreas y las empresas de gestión de oficinas.
Es probable que la inteligencia artificial y la robótica afecten al empleo en los mercados emergentes si se ven impulsadas por el deseo de reducir las cadenas de suministro.
Si bien la economía puede llegar a pasar a un nuevo nivel de mayor productividad, el efecto inmediato es desplazar a los trabajadores que luego tendrán que volver a capacitarse o trasladarse para conseguir trabajo en la nueva economía. Esto sólo aumentará la sensación de insatisfacción y hará que las personas busquen soluciones populistas.
Los gobiernos se encontrarán en un aprieto cada vez más difícil; como hemos visto, es poco probable que tengan el margen fiscal necesario para evitar parte de esta presión mediante el aumento de los gastos.
Conclusión
En nuestra opinión, es probable que el virus refuerce las tendencias que impulsaban la actividad antes de que se produjera el brote, al desafiar la senda del crecimiento, crear una mayor presión sobre las finanzas gubernamentales y aumentar la desigualdad a medida que la tecnología se generalice.
La intervención del gobierno y la amenaza del populismo crecerán y los inversores tendrán que ser más ágiles que nunca para alcanzar sus objetivos ante estas tendencias.