Santiago Satrústegui: “Un asesor de EFPA que apuesta por un nivel superior de formación y un código ético, aporta un valor extra”
Santiago Satrústegui acaba de cumplir su primer semestre al frente de EFPA España. En esta entrevista con elAsesorFinanciero.com, explica la realidad de la asociación, sus objetivos y su visión sobre la realidad de asesor financiero en nuestro país.
-El pasado mes de junio, usted fue nombrado presidente de EFPA España, ¿cuáles son los objetivos que se ha marcado para su presidencia?
EFPA va a cumplir 20 años, en los que ha tenido un desarrollo muy importante. Durante los primeros años, fuimos un proyecto de autoregulación; cuando no había ninguna obligación de tener una acreditación, y nosotros nos empeñamos en que era importante que los asesores acreditaran que habían hecho un esfuerzo para estar formados. Además de firmar un código ético, donde entendían que se habían de alinear los objetivos del cliente con su labor. Esto funcionó muy bien y hemos crecido todavía más cuando, tras MiFID II, se convierte en algo obligatorio. Por tanto, fuimos la asociación que anticipó este tema, lo que nos ha permitido ser hoy la asociación más grande y potente del sector con 35.000 profesionales acreditados. El objetivo de la nueva Junta es continuar con la labor de puesta en valor de la condición del profesional. Creemos que, aunque la regulación pide un nivel determinado, el nivel EFPA es mucho más exigente y el asesor financiero debe aspirar a tener ese nivel de capacidad que acreditamos. Queremos dar valor a la asociación y servicios a nuestros asociados; que se reconozca la profesión cada vez más, y aumentar el conocimiento del público sobre el profesional acreditado.
El asesor financiero es una figura transversal que puede trabajar en diferentes tipos de entidades y con diversas formas de relación”
-¿Podría resumirme brevemente la realidad de EFPA Europa, en la que ustedes están integrados?
EFPA Europa, que se constituyó aproximadamente 20 años es una federación de asociaciones que pretende lo mismo que nosotros: acreditar la profesión de asesor financiero y dar un nivel de calidad y una proyección del asesor financiero en cada país, haciéndolo además a través de una armonización de las capacidades. Es decir, a través de un certificado EFA que valga igual en cualquier país de Europa donde estés acreditado.
-¿Cómo valoraría el nivel del asesor financiero español?
El proyecto de EFPA España ha sido muy exitoso y ha calado mucho desde el principio, incluso cuando era autoregulación. En España nos hemos encontrado que había muchísimo profesional que creía que el camino de acreditarse era el adecuado para acreditar su profesionalidad y demostrar el nivel que se debe exigir a un asesor.
Interpretar las necesidades del inversor
-Usted ha afirmado que el asesor financiero debe convertirse en “un pilar fundamental para el mejor desarrollo financiero del país”, ¿Por qué tiene esta opinión?
De todas las cosas que pasan cuando una persona lleva su dinero a los mercados (que son muchas, como la regulación o la intermediación), para nosotros lo más importante es el asesoramiento financiero, que pasa porque un profesional entienda e interprete las necesidades del inversor y encuentre la solución adecuada para que esas necesidades puedan cubrirse a través de una adecuada utilización de productos financieros.
Es muy importante que el que certifique sea distinto al que forme. Si el que da el curso, hace el examen, tiene un potencial conflicto de intereses”
-España es un país donde domina el canal de oficinas de bancos, ¿cree que los cierres masivos de sucursales bancarias durante la crisis pueden hacer que aumenten su cuota otros canales, como los agentes o asesores independientes?
Es un proceso donde, como en cualquier industria o sector, se pasan por distintas fases y se reinventan. No creo que vaya a haber un aumento especial de ningún tipo de figura. De hecho, creemos que el asesoramiento financiero de calidad es un asesoramiento que se puede dar con cualquier tipo de figura. De alguna manera, el asesor financiero es una figura transversal que puede estar trabajando en una gestora, en un banco, en una caja, una agencia o sociedad de valores, o en una EAF. Puede trabajar en muchos sitios y con diversas formas de relación. La cuestión fundamental es que el asesoramiento financiero es una actividad que tiene que exigir un nivel de formación mínimo que es el que nosotros pretendemos acreditar.
¿Asesoramiento digital o personal?
-Hoy en día se habla mucho de transformación digital, roboadvisors, Fintech… ¿Cree que puede darse un buen asesoramiento financiero exclusivamente a través de medios digitales o es conveniente un asesoramiento personal?
Creo que es fundamental un asesoramiento personal. Las herramientas digitales son útiles, pero en los momentos más críticos de una relación entre inversor y entidad o proveedor de producto hay que gestionar una situación emocional, y hasta ahora, esa situación emocional la gestiona mucho mejor una persona que una máquina. La cuestión es si una máquina a futuro podrá convencernos de que siente las cosas como una persona.
-En este sentido, ¿cómo valora la gestión del asesor español de las emociones de sus clientes?
La clave para hacerlo bien en nuestra actividad es ser capaces de gestionar bien las emociones. Las emociones de los clientes son complejas, sobre todo en los momentos con situaciones extremas. La capacidad del asesor financiero de hacer recomendaciones adecuadas y suavizar esas emociones del cliente está en su propio autocontrol, en su propia capacidad de control de sus emociones. Esto tiene mucho que ver con los modelos que tenga cada entidad y tiene también mucho que ver con la propia preparación del asesor, ya que una de las cosas en las que tiene que incidir más es en entender que hay un componente técnico muy importante en su labor, pero que hay un componente también emocional.
En los momentos críticos de la relación con el inversor hay que gestionar una situación emocional, y, hasta ahora, la gestiona mucho mejor una persona que una máquina”
-También ha dicho que quiere ampliar los servicios a los asociados ¿en qué ámbitos exactamente?
Pronto se irán conociendo cosas nuevas que iremos haciendo, pero, básicamente, hay una primera línea de ayuda a los asociados que es la de recertificación. Tras MiFID II, este es el primer año en que hay que demostrar una formación continua, justificando 30 horas de esfuerzo anual para que la certificación siga en vigor. Es algo que EFPA hizo desde el principio. Una de las líneas en las que más incidimos es en dar instrumentos y herramientas a los asociados para que se recertifiquen por la vía de conferencias y cursos que organizamos por todo el territorio. También vía soluciones online, donde deben participar activamente; facilitamos información del mercado, con un sistema de información diaria online; y fomentamos la relación entre los asociados. Hacemos muchas cosas, pero queremos hacer muchas más.
Separar formación de certificación
-Usted declaró hace dos años que “la formación del asesor no debe pasar por fórmulas fáciles donde las entidades formen y certifiquen”, ¿Sigue manteniendo esa opinión?
Sí, claro. Ese ha sido el planteamiento de EFPA desde hace 20 años cuando ni siquiera esto se exigía en la norma. Es muy importante que el que certifique sea distinto al que forme, es decir, que el que haga el examen no sea el mismo que da el curso, porque si el que da el curso y hace el examen, al final está pagando por el título y se tiene un potencial conflicto de intereses.
-En su presentación como presidente de EFPA declaró que “el asesor no es un gurú que tenga que adivinar la evolución de los mercados”, ¿qué quiso decir?
Si lo que pretendemos es vender la capacidad adivinatoria del asesor o de cualquier profesional del sector financiero tenemos un problema. Hay una frase que me gusta mucho: “El futuro es impredecible”. Los mercados son muy complejos y nadie sabe lo que va a pasar. También es muy buena la que dice que “es mejor tener un asesor que dice que no sabe, que uno que no sabe que no sabe”. En este sentido, el conocimiento es forzosamente mesocrático, es decir, cuanto más sabemos, más sabemos que no sabemos.