La gran revolución tecnológica está por llegar… y servirá para que los humanos tomemos mejores decisiones
Desde hace algunos años, hemos sido testigos del impacto de la tecnología en numerosos ámbitos de nuestra vida, tanto en el plano personal como laboral. Las nuevas modalidades de transporte en las ciudades inteligentes, el uso de apps o la gestión de la logística a través del Blockchain son sólo algunos ejemplos que ya se han integrado en nuestro día a día. En la industria financiera, una de estas disrupciones llegó con los robo-advisors, que comenzaron a ofrecer hace un lustro el servicio de asesoramiento automatizado en base a algoritmos. Hoy, casi ninguno ha logrado sobrevivir sin incorporar en buena parte de los procesos a personas, en especial en la interactuación con el cliente. “El mayor impacto de la inteligencia artificial vendrá a través de logaritmos, que aumentarán la inteligencia humana y ofrecerán a los trabajadores más tiempo para ofrecer soluciones con un mayor valor a los consumidores”, ha asegurado Nuria Oliver, directora de investigación en ciencia de datos en Vodafone.
Oliver ha participado en una conferencia titulada ‘¿Pagarán los robots nuestras pensiones?’, que ha sido organizada por el Instituto Santalucía y Analistas Financieros Internacionales (AFI). Junto a ella, han participado otros expertos, como Seth G. Benzell, de la MIT Iniative on the Digital Economy, que opina que el mayor reto de cualquier organización actual “es gestionar el talento, encontrando oportunidades de desarrollo profesional a través de los nuevos espacios digitales”. Según Benzell, la llamada Revolución Tecnológica está transformando profundamente los cimientos de la economía, provocando cambios muy relevantes en actividades como la producción, la logística o el consumo. Todo ello, en su opinión, “está llenando de incertidumbre la visión de futuro que se tiene de muchos empleos, sectores e, incluso, de los sistemas de pensiones y de previsión social”.
Una situación que, para José Antonio Herce, director asociado de AFI, lejos de ser alarmista, debe despertar el debate sobre “cómo lograr una mejor integración entre trabajadores y humanos, y, en el tema de las pensiones, cuál es el mejor modo de alcanzar soluciones más eficientes sobre las jubilaciones y sobre la propia planificación financiera”. De momento, el principal problema para Benzell, es que “en la actualidad, la humanidad sabe más de lo que es capaz de explicar”, lo que provoca que todavía apliquemos “recetas tradicionales a nuevos paradigmas que está trayendo consigo el futuro”. Esta controversia, conocida científicamente como la Paradoja de Polanyi, es, en su opinión, la que está detrás del miedo social sobre el impacto real que traerá la automatización, cuando, a día de hoy, existen un sinfín de dudas respecto a ella, como si los robotos tendrán que pagar impuestos por trabajar o si llegarán en algún momento a hacer algo más que aprender y replicar el comportamiento humano.
Hacia un nuevo sistema laboral y de pensiones
“Los humanos seguirán tomando las decisiones críticas, pero quedan muchos sectores que deben automatizarse en los próximos años, lo que derivará en la creación de nuevas profesiones, como ha ocurrido siempre en la historia”, ha asegurado Oliver. De acuerdo a su criterio, cada vez será más importante trabajar en el desarrollo de la inteligencia emocional de las personas, para, por un lado, prepararles para los avances de la tecnología y, por el otro, darles las claves para reorientar periódicamente sus carreras profesionales y adaptarse a los cambios. “La educación y las carreras profesionales serán muy diferentes para las nuevas generaciones y, por ello, también cambiará forzosamente la jubilación ya que las personas querrán trabajar más años y reciclarse en nuevos ámbitos según la humanidad avance”, ha señalado.
En este sentido, Benzell cree que se acerca el momento de plantear un debate global sobre el futuro de las pensiones, ya que, con la implantación progresiva de la inteligencia artificial crecerá exponencialmente la productividad, las personas tendrán más tiempo para prepararse en tareas de innovación y, sobre todo, podrán hacerlo durante mucho más tiempo que sus predecesores. “Proponer una renta básica universal que cubra las necesidades básicas de los ciudadanos puede no estar tan lejos como creemos. La clave en el futuro creo que estará en la flexibilidad, tanto en el trabajo como en el estudio, y, por supuesto, también en referencia a la jubilación”, ha sentenciado.