Capital Group analiza cómo enfocar la inversión en compañías dominantes
Por Jody Jonsson, gestora en Capital Group
Algo de lo que me he dado cuenta a lo largo de mi trayectoria profesional es que, cuando se produce un cambio de régimen en el mercado, las compañías que ocupaban el liderazgo en el ciclo anterior pueden tardar mucho en recuperarse. Esta pérdida de liderazgo podría durar mucho más de lo que se podría pensar.
Durante el periodo de finales de la década de 1990 y principios de 2000, algunas de las grandes tecnológicas cayeron un 80% o más, y se mantuvieron en ese nivel entre cinco y diez años. Y eso las que lograron sobrevivir, porque otras desaparecieron. Hay que estar hecho de una pasta especial para aguantar durante un periodo así. Las tecnológicas tardaron casi diez años en recuperar el liderazgo del mercado. Lo mismo ocurrió con las compañías financieras tras la crisis de 2008: perdieron el favor de los inversores durante otros diez años. En periodos así, hay que pensar que lo que ha cambiado no ha sido únicamente la valoración de estas compañías. Normalmente primero se corrige la valoración y luego los fundamentales.
¿Cómo me planteo entonces la inversión en el entorno actual? En mi opinión, no estamos ante una tormenta pasajera, sino ante un verdadero «cambio climático» en los mercados. Debemos evitar quedarnos anclados en las tasas de crecimiento, los márgenes de beneficios o las cotizaciones que se registraban en el pasado. Dada la gran incertidumbre que ofrece el entorno actual, invierto fundamentalmente en compañías consolidadas y dominantes en sus respectivos sectores, que generan sólidos flujos de caja, cuentan con fuertes ventajas competitivas y pueden financiar su propio crecimiento. Por otro lado, invierto de forma más moderada en aquellas otras empresas más volátiles que ofrecen un mayor riesgo y una mayor rentabilidad, ya que, en un entorno de subida de tipos de interés, los inversores tienden a mostrarse menos indulgentes con las valoraciones de las compañías más especulativas.
Trato de invertir en compañías con valoraciones razonables y justificadas según los flujos de caja y los beneficios a corto plazo. Entre ellas, por ejemplo, se incluyen algunos proveedores de servicios sanitarios o fabricantes de dispositivos del sector sanitario, o compañías financieras no bancarias, como aseguradoras y operadores de mercados, que pueden verse favorecidas por la subida de los tipos de interés y el aumento de los volúmenes de negociación y no son excesivamente sensibles a la evolución de la economía.